Los discursos son, para la mayoría de la gente, bastante aburridos. Por ello, siempre hay quien decide que ya ha oído suficiente. Los hay que símplemente interrumpen el discurso y dan su opinión particular, otros la emprenden a zapatazos con el conferenciante e incluso, a veces, son animales los que deciden poner fin a tanta cháchara. Pero sin duda, mi método favorito es el que usaron en una conferencia de Kasparov:
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